viernes, 12 de octubre de 2012

My hometown, II


¡Sorpresa! Yo subo dos veces al año, por lo que parece... así que no os enredo más. Segunda parte de esto. Todavía queda una tercera (que no está acabada), pero no sé si será demasiado larga como para tener que dividirla finalmente en cuatro partes.

Sea como sea... ¡A leer!



 ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba? No veía nada, era incapaz de sentir nada, no escuchaba nada. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué había hecho? No podía entender nada. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué había pasado? Yo estaba conduciendo y... ¿habría tenido un accidente? No, no podía ser. Llovía a cántaros, sí, pero... ¿tanto?

No, eso no podía estar pasándome a mí. Tenía un concierto que dar esa misma tarde, debía recuperar la conciencia de mi cuerpo nuevamente, sino... ¿Qué pasaría, sino? No, no, no. Tenía que despertarme. Vamos, Dan, te espera el mejor concierto de tu vida en Bolton.

    – ¿Novedades? -Escuché al fin.

Tom. Ése era Tom. ¿Qué hacía él allí? Definitivamente... había pasado algo malo, algo muy malo pues estaban esperando novedades. Pero... ¿las había? ¿Qué significaría haber novedades? No entendía nada, pero tampoco lograba hacer o decir algo para hacerme notar.

    – Nada, Tom. Nada... -murmuró ella.

Georgia. Ésa era Georgia. Debía conseguir que me escuchara. Hacer algo, lo que fuera... pero ¿cómo? Sin ser capaz siquiera de sentir mi propio cuerpo, ¿cómo hacerle saber que quizá sí hubiera novedades?
No era normal. No era normal en absoluto, y seguía sin saber qué me pasaba. No podía moverme por mucho que lo intentara. Tampoco se podía decir que sintiera demasiado lo que hacía, pero si me hubiese movido aunque fuera un milímetro lo habría notado... ¿no? Llegué a pensar que solo quedaba mi cerebro servible pero... ¿qué cerebro?

    – No te preocupes. Estará bien -dijo con tal de animarla.
    – ¿Cómo sabes tú eso? -preguntó y... la voz se le quebró.

No. Joder, no. Eso era insoportable. Estaría bien, debía estarlo. No sabía ni qué era lo que me pasaba, pero tenía que estar bien fuera como fuese. Tampoco sabía dónde me encontraba, pero no podía quedarme allí quieto... literalmente.

    – Supongo... que el corazón nunca miente.
    – Espero que tu corazón sea fiable... -intentó bromear- ¿Puedes quedarte aquí? Me estoy poniendo mala...
    – Claro. Abajo está Gi con... Kathy.
    – Voy a verlas -informó-. Dan, cariño, tienes que despertarte -susurró en mi oído y besó mi mejilla.

Besó mi mejilla. Noté esos labios que tantas veces había besado y tantas veces me habían besado. Entonces... podía confirmar que existía. Eso era un gran paso teniendo en cuenta que no sentía el resto del cuerpo, pero mi misión ahora era hacer ver a Tom que mi mente seguía donde fuera que estuviéramos.

No era muy bueno calculando el tiempo, pero pasé mucho, muchísimo tiempo intentando moverme. Habría bastado con un simple temblor, un murmuro ininteligible... pero no era capaz de nada. Por mucho que intentara mover cada uno de los músculos de mi cuerpo, hasta los que desconocía su nombre, seguía sirviendo en vano.

Estaba desesperado. No sabía qué más hacer, y estaba seguro de que un mar de sudor recorría mi frente en aquel momento por los esfuerzos que estaba haciendo. Y se me encendió la bombilla en aquel momento, pero Tom no pareció percatarse tampoco de ese detalle.

Y cuando ya no podía más conmigo mismo, escuché cómo la puerta del lugar en el que me encontraba se abría. Ése debía ser mi momento. Posiblemente tuviera más ojos observándome, o quizá no y Tom me hubiera dejado solo... No, eso era improbable; Tom nunca, nunca, me dejaría.

    – ¡Danny! -gritó, entonces, Dougie.

Dougie. Dougie, Dougie, Dougie. Ése era Dougie. Él debía verme, ¿verdad? Había notado algo raro en mí, seguro. Quizá hubiera funcionado lo de sudar o... ¡qué sé yo! La cuestión es que había gritado mi nombre y ahora ya eran dos los que estaban pendientes de mí.

    – ¿Qué ocurre, Doug? -Escuché que le preguntaba Harry.

Genial. Perfecto. Estábamos los cuatro. Debían creerme. Tenían que ver que estaba bien, que no tenían que preocuparse más por mí. Dougie me había visto; Tom lo creería; con Harry sería distinto... pero lo intentaría igualmente.

    – Se ha movido -dijo-. Bueno, sólo han sido los labios, pero eso es moverse ¿no?
    – ¿Danny? ¿Dan, estás ahí? -me preguntó Tom, agitado.

Claro que estoy aquí, Tom mío. Había conseguido moverme. Dougie dijo que había movido los labios... eso era genial. El enano, muy en el fondo, se preocupaba por mí tanto como yo lo hacía por él y había estado pendiente de mis posibles movimientos aun con solo dos segundos de estar en el lugar donde me encontraba.

    – ¡Llama a un médico! -gritó Tom.

Lo había conseguido. Me habían escuchado. Lo había conseguido y... no podía sentirme más feliz.

De golpe la habitación se agitó y comencé a escuchar ruidos de pasos, enfermeras y doctores hablando, sonidos extraños... Seguía sin sentir nada de cuello para abajo, pero podía escucharlo completamente todo. Aunque lo de entender ya era otra cosa muy distinta. ¿Por qué se complicarían tanto la vida buscando nombres incomprensibles para definir el estado en el que se encontraban sus pacientes?

Por fin se fueron y me dejaron solo con... no sabía con quién. Podría haberlo descubierto si hubiera conseguido volver a moverme, pero mi cuerpo volvía a ser tan inútil como de costumbre. Perfecto, ahora era incapaz de decidir cuándo moverme y cuándo no. Comencé a frustrarme.

    – Ha fruncido el ceño -informó Harry.

Genial. Un nuevo movimiento. Volvía a tener su atención. Enfadarse implicaba fruncir el ceño... pues vaya tontería, si lo había hecho toda la vida.

    – Ahora sonríe -dijo, divertido, Dougie.
    – Danny, ¿me oyes? -me preguntó Tom; su voz sonó más cerca de mi oído.

Claro que lo oía, llevaba horas, o el tiempo que fuera, escuchándolo, pero era él el que no me hacía caso, mi querido Thomasito.

    – Otra vez frunciendo el ceño. Éste se ha vuelto más tonto de lo que era -dijo Harry.

Y yo me deshuevaba por dentro, claro que sí. Nunca dejaría de ser tan graciosísimo el hombre.

    – Parece como si nos hablara, pero... no lo escuchamos -razonó Tom en alto-. Danny, escucha. Hum... vuelve a fruncir el ceño si nos escuchas.
Y lo hice. O al menos era lo que quería hacer.
    – Bien... ¿Crees que podrás abrir los ojos? Inténtalo, por favor. -Fue más una súplica que una petición.

Demasiado difícil. Nunca creí que algo tan simple como abrir los ojos pudiera llegar a costarme tantísimo, pero lo hizo. Lo intentaba con todas mis fuerzas, pero lo único que conseguía era... volver a fruncir el ceño porque me frustraba no poder ni abrir los ojos.

Y cuando al fin lo conseguí, tuve que volver a cerrarlos porque la luz me cegó.

    – ¿La luz? -preguntó Tom adivinando mis pensamientos, por lo que intenté asentir... y lo conseguí-. Apágala, Haz -le dijo, y éste obedeció.

Cuando escuché el clic del interruptor abrí los ojos definitivamente y ahí me lo encontré. Tom. Me miraba sonriente, como nunca antes lo había visto, y vi también cómo una traicionera lágrima recorrió su rostro rápidamente, pero ni se molestó en ocultarla, por lo que la vi brillar cuando llegó al final de su inmensa mandíbula.

    – ¿Sabes el susto que nos has dado, cacho de maricón? -escuché decir a Harry.

Y ahí estaba él también, a los pies de la camilla en la que yo estaba tumbado, mirándome igual de sonriente que Tom. Y al lado estaba el enano. ¿Eran sólo cosas mías o su pelo parecía más oscuro de lo normal?

    – Ahora viene Kathy, ha ido a llamar a Vicky para que venga también -me informó Tom.
Yo me limité a asentir.
    – ¿Te has quedado mudo? -bromeó Dougie.
    – ¿Y tú has encogido?

Mi voz sonó más ronca que nunca, y todos nos dimos cuenta. ¿Cuánto tiempo llevaba sin hablar? ¿Cuánto había pasado desde que estaba postrado en aquella camilla?

    – Hay que ver lo gracioso que te has vuelto en tres días, ¿eh?
    – ¡¿Qué?! ¡¿Tres días?! -pregunté, alarmado.
    – Sí, Danny, sí -respondió Tom con cansancio.
    – Pero... no me he dado cuenta... -murmuré. Era incapaz de comprender la situación.
    – Normal, estabas inconsciente -dijo Harry. Supuse que era mejor también que fuera así de directo.
    – ¿Inconsciente? ¿Estáis seguros de que han sido tres días? No, no, no. Que yo tengo que tocar en Bolton... ¿Qué coño ha pasado? -pregunté, demasiado rápido.
    – Tranquilo, Dan -dijo Tom y me acarició...

No. Podía ver cómo su mano estaba apoyada en mí, pero no la sentía. ¿Qué estaba pasando? Su mano rozaba mi brazo lleno de tinta, lo estaba viendo con mis propios ojos. ¿Por qué no lo podía sentir?

    – Harry -murmuré, realmente asustado.
    – ¿Qué pasa, Dan? -preguntó, preocupado por mi expresión, y se acercó lentamente a mí.
    – Pégame todo lo fuerte que puedas en cualquier sitio... excepto en la cabeza -le pedí.
    – Danny, no voy a...
    – ¡Hazlo! -le corté, gritando a todo pulmón.

Obedeció. Hizo lo que le pedí, y pareció que lo había hecho bastante fuerte. Mi pierna derecha debería estar ardiéndome de dolor, pero... ni un soplido de aire. Sabía que me había golpeado, había sonado, incluso, pero no: era incapaz de sentirlo.

    – Ésa... ¿Ésa es toda la fuerza que tienes? -le pregunté, espantado.
    – ¿Qué coño está pasando, Danny? -preguntó, esa vez muy serio.
    – No lo siento -informé-. No siento ni que Tom me acaricie ni que tú me pegues -añadí en a penas un susurro.
    – ¿Estás seguro? -preguntó Tom, aterrado.
    – Que le pegue a Dougie igual, a ver si le hace daño -ironicé, pero el idiota lo hizo.
    – ¡Au! -se quejó el enano, y se la devolvió.
    – ¡Parad, joder! -gritó Tom-. Danny, ¿no sientes nada... de nada?
    – Nada.

Sentí cómo mis lagrimales comenzaban a acumular aquel salado líquido que tan pocas veces había sido capaz de derramar. ¿Qué me estaba pasando? ¿No podría volver a moverme, a sentir? No. No podía ser cierto. Me negaba a creerlo...

La habitación volvió a llenarse de médicos y me hicieron más y más pruebas. Siempre preguntaban lo mismo, y siempre era la misma respuesta que salía de mis labios, lo único que en aquellos momentos era capaz de mover. No siento nada de cuello para abajo. Nada repetía una y otra vez.

Quería que todos esos desconocidos se fueran, que me dejaran con mi familia, con Georgia, con mis amigos... No quería médicos a mi alrededor, no los necesitaba; ni a ellos ni a todas las máquinas que me estaban conectando no sabía para qué. Quería que se fueran, no los necesitaba, y les habría pegado dos hostias de haber podido para que se largaran. Pero no, no podía hacer nada; no podía moverme... y nunca volvería a hacerlo.

No podría volver a escribir una canción, ni tocarla con la guitarra. No podría volver a dar un concierto, y nunca lo haría en mi ciudad. Nunca podría abrazar de nuevo a las personas a las que quería y sentirlas como deseaba poder hacer.

Los médicos por fin me dejaron sólo, y me encontré frágil y sin defensa alguna en aquella maldita habitación en la que nunca debería haber entrado. Y esperé por el bien de todos los trabajadores del hospital que los dejaran entrar a todos a la vez, porque los necesitaba. Le pediría a Harry que les diera a todos una paliza, o que les denunciara, o lo que coño fuera, pero los quería a todos allí y en aquel preciso instante. Y estaba seguro de que no tardarían en llenar la habitación tan blanca en la que me encontraba.

La primera en entrar fue Vicky, y la siguieron todos los demás. Mi madre, Georgia, Tom y Giovanna, Harry, y Dougie. Uno a uno vinieron a abrazarme aunque sabían que yo no podría hacerlo. No podría volver a sentirles como antes hacía y nunca supe valorar.

Todos me abrazaron, excepto Tom. Él se quedó en la esquina más apartada de donde todos estaban, y no saber qué era lo que pasaba por su cabeza en aquellos instantes me disgustaba. ¿Qué le ocurría? Pero no le presté mucha más atención a ello; necesitaba disfrutar de la compañía de todos los seres a los que más había querido en la vida.

    – Ahora os toca explicarme porqué huevos estoy aquí -dije.
Se miraron unos a otros con los ojos abiertos como platos, pero nadie dijo nada.
    – Por favor -susurré esa vez dirigiéndome a Georgia, que estaba sentada en un sillón a mi derecha.
    – Tuviste... tuviste un accidente, cariño. -Acarició mi mano con ambas suyas y deseé poder sentirla, acariciar su mejilla y decirle que todo estaba bien, pero eso ni yo mismo lo creía.
    – Vale. ¿Algo más que deba saber? -Miré a Dougie; él lo soltaría a la mínima.
    – La carretera estaba mojadísima y había poca visibilidad, eso sumado a tu falta de cerebro y por tanto de control general hizo que te salieras del andén. Dicen que diste entre tres y cinco vueltas de campana y que no saben ni cómo puedes hablar.

La sala se llenó de miradas de reproche y enfado. El pollito lo largaba todo fuera o no malo y tuve que aprovecharlo para saber cuál era el motivo de estar yo allí aunque a la hora de la verdad, no me gustara en absoluto. Harry casi lo asesinó con la mirada, en cambio, Georgia, mi madre, Vicky y Giovanna lo miraron como si, efectivamente, no tuviera remedio; Tom no parecía estar allí, mi cuerpo se marchó con su mente, y viceversa, su cuerpo se quedó allí, cual estatua, y mi cabeza estaba que echaba humo por la de barbaridades que se me estaban ocurriendo decir.

    – He tenido suerte, ¿no? -ironicé.
    – Danny... -comenzó mi madre con lo que no llegó a ser ni un hilo de voz.

A penas me había dirigido unas pocas palabras; dos seguidas ya eran muchas para el nudo que tenía en la garganta. Además sus ojos estaban hinchadísimos, rojos de las lágrimas. Los otros habían intentado aguantar, pero supongo que como el amor de una madre no hay ninguno, y si uno de tus hijos ha dejado de moverse para siempre...

    – Que sí, que sí -la corté yo-. Es una suerte que siga vivo y todas esas mierdas; si yo estuviera ahora mismo muerto no querría veros las caras, sinceramente, pero ¿creéis que es divertido estar así? Enfadaros si queréis, pero en estos momentos preferiría estar en una puta caja de madera enterrado en cualquier cementerio.

La sala se quedó en un silencio sepulcral. Quizá no tendría que haber dicho las cosas como las dije, pero lo hice, y lo hecho, hecho está. Me arrepentí al instante en cuanto todos explotaron a llorar, pero no volvería atrás, obviamente.

Poco a poco fueron saliendo tras la conmoción, pero cuando Giovanna fue a decirle algo a Tom, éste despertó de la pesadilla en la que había se había sumergido y se acercó a mí a paso decidido, se sentó en el sillón de mi izquierda y fue lo que le indicó a Gi que quería unos minutos a solas conmigo, por lo que lentamente cerró la puerta después de despedirme con la mano -gesto que no pude corresponder mas que con un asentimiento y un amago de sonrisa-.

    – No lo haré, Danny -murmuró.

Que estuviera a mi lado no significaba, en absoluto, que me hubiera dirigido una mísera mirada desde que los médicos confirmaron -a mi parecer- lo peor que me podía pasar. Me dolía aquella actitud suya, y más aún que me hubiera leído el pensamiento para darme una negativa como aquella.

    – ¿Me dejarás que siga, entonces, con esta mierda?
    – Pídeselo a otro -se limitó a responder él.
    – No hay otro que valga, Tom.
    – Pues lo siento. Me niego a perderte por completo -sentenció.

No me dejó decir nada más: desapareció. Se levantó rápidamente del puesto que había ocupado y se fue corriendo ante mi perplejidad. Se fue llorando, me dejó solo como nunca hubiera imaginado, y lo hizo habiéndome dicho que no me ayudaría. Y si Tom no lo hacía, no lo haría nadie.

Quedarme tetrapléjico fue como asesinarme: una puñalada por la espalda, una bala directa al corazón. Cierto era que la culpa fue únicamente mía, pero eso no aliviaba el dolor interior que sentía -aunque me hubiera gustado poder sentir daño físico por extraño que parezca-. ¿Qué haría yo sin música? ¿Cómo me desahogaría simplemente con coger la guitarra, o la armónica? ¿Qué vida se suponía que me esperaba sin poder volver a dar un concierto? ¿Cómo podría superar yo aquéllo?

Eran demasiadas las preguntas que se agolpaban en mi interior, pero no habían respuestas porque no quería buscarlas; no quería vivir sin poder ser el Danny Jones que había sido hasta entonces. ¿Qué habría de las noches de sexo desenfrenado? Porque sí, podía ponerme lo sentimental que hiciera falta con la música y los abrazos a mis seres más queridos, pero dos tetas tiran más que dos carretas de toda la vida, y al pecoso de McFly por excelencia no le podía faltar su dosis de sexo diaria...

Mi propio infierno había comenzado y todos lo sabían. Quizá intentaran hacerme la existencia más amena; asegurarme que no todo estaba acabado, que quizá se arreglaría, pero todo sería mentira y una sencilla mierda.

Danny Jones había muerto físicamente.



¿Comentario? ¿"Me gusta"? Prometo que cuantos más hayan más ràido subiré el siguiente.


sábado, 19 de mayo de 2012

My hometown, I

¡Cuanto tiempo sin subir ningún OS, por TOM! Pues aquí vuelvo a estar, queridas lectoras habituales o no mías.
Antes de nada: gracias por la cantidad de comentarios recibidos en los OS anteriores, se agradecen muchísimo y animan a una a seguir escribiendo más y más. De verdad, gracias.


Respecto a éste, he de deciros que tendrá tres partes, porque era inhumano publicarlo todo de una tirada y además, no lo tengo del todo acabado, pero me apetecía mucho subir ya algo y que pudierais leerlo y me dijerais qué os ha parecido, por lo que aquí os dejo con la primera parte y no os molesto más...


Hope you like it!





Nada mejor que ir de fiesta con tus mejores amigos para tomar un par de copas después del mejor concierto de nuestras vidas. Quizá vosotros no sepáis lo que se siente en esos momentos, pero yo os digo que no podría ser más feliz.

No podría alegrarme más de haber ido a la audición equivocada. Sin eso... nunca habría conocido a Tom. No os lo describiré porque ya debéis saber que es la mejor persona del mundo, y puedo asegurar que estaría perdido de no ser por él. Me ha ayudado tanto... que necesitaría un millón de vidas para poder agradecérselo todo como es debido, aunque creo que tampoco me bastaría. Jodido Tom, ¿cómo se lo agradezco, entonces? ¿Le escribo una canción de amor, o qué? No, tampoco sería capaz. El de las canciones románticas es él. Basta escuchar All about you para morir de amor... Pero bueno, que no estoy aquí para confesaros mi amor secreto por el señor del hoyuelo, porque mentiría. Es cierto que siento un cariño especial hacia él, pero el que siente cualquier persona al conocerle. Es la amabilidad en persona, el romanticismo hecho realidad, la bondad en cuerpo humano... y de nuevo estoy hablando de él. Al final pensaréis que estoy enamorado y todo, y en absoluto es verdad.

Pues lo dejamos, porque ahora también comparto habitación con otros dos mendrugos. Sí, también los conocéis: vuestros, para algunas, queridísimos Pudd. Yo no sé qué les veis, sinceramente, pero no entraré en eso porque igual salgo hasta perdiendo. Pensaría que son maricones de no ser porque les conozco. Son tan tontos... Siempre juntitos, bromeando, riendo, tan... asquerosamente empalagosos. Y ahora lo podríais malinterpretar y, con vuestras lujuriosas mentes, pensar que estoy celoso de Harry. ¡Pues no! Para nada. Sé que sois más las seguidoras del Pones, pero eso... se acabó. Dougie nunca reconocerá que soy el mejor amante de la historia, pero yo os lo confirmo por si hay alguien interesado.
Vale, no. Ése era el yo de hace un par de años, ahora tengo a Georgia y puedo asegurar que no la cambiaré por nada en el mundo. Y repito: nada. Ahora sí que puedo confesaros mi amor, pero por ella. Qué decepción, ¿verdad? Lo siento, chicas, la vida es dura... -ahora es cuando se supone que yo me carcajeo como tantísimo os gusta ¿de acuerdo?-.

Se acabó hablar de la gente que me rodea. Me toca a mí. ¿Que por qué hago esto? Puede parecer un poco estúpido, pero ahora me apetece contároslo. Supongo que no tengo ninguna razón de peso, simplemente quiero que sepáis cómo es un día en la vida de Danny Jones.


Estaba en el estudio de mi casa, me había levantado hacía dos horas, y eran las nueve de la mañana. No, yo tampoco podía creérmelo, por lo que no se lo contaría a Tom porque estaba seguro que no me ceería. Pero supuse que eso se debía a mi creciente nerviosismo.

El día anterior habíamos dado un concierto en España, que sí, fue genial, pero eso no era lo importante ahora. Estaba nervioso por el lugar donde me tocaba dar al concierto ese día. Era el día en que tocaba en Bolton, mi ciudad. Lo cierto es que nunca había estado igual: me apetecía ir hasta allí corriendo, ver a mi familia al completo después de una larga gira que por fin había terminado. No, no había terminado; seguía quedando tocar allí...

Durante toda la gira estuvimos yendo a cada una de las ciudades dode habíamos nacido: el primer lugar donde tocamos fue Harrow, después de viajar por América pasamos a Corringham, nos quedamos dando conciertos en todo Reino Unido y acabamos en Chelmsford, luego fuimos por Europa... y ya sabéis dónde acabó la gira. La última gira.

Sé que ahora queréis matarme por decir esto, pero es la verdad. No estábamos como antes, aunque siguiéramos siendo los mejores amigos ante todo, pero nuestras vidas habían cambiado, nuestras costumbres, nuestros... gustos. Acertasteis. Sé que a muchas no os gusta esa idea, en la que soléis llamarme David Guetta, pero era lo que me gustaba en aquel momento... y lo hice.

Esperaba estar equivocado en cuanto a no volver a escribir una canción como las que os gustan. Ojalá me equivocara, porque sabía que echaría muchísimo de menos todas aquellas tarde junto a Tom, escribiendo, repasando y mejorando cada nueva letra, cada nueva melodía, cada nueva creación...

Pero para dejar de pensar en aquellos temas decidí ir a dar una vuelta con los perros. Me aburría demasiado como para quedarme allí, sin otra cosa que hacer. Debería haber estado cansado después de la noche del día anterior, pero no, tenía energía suficiente como para escalar el Everest sin oxígeno.

Tal y como decía, até a Bruce, a Ralphie, y me dispuse a dar un largo paseo. No tenía prisa por volver , por lo que me puse los auriculares y encendí el iPod dispuesto a tranquilizarme para el concierto que cada minuto que pasaba se aproximaba más y más. Puse el reproductor en modo aleatorio para ver que saldría y...

My hometown. Perfecto. Decidí en aquel mismo instante tocarla aquella noche. Era una decisión de última hora y muy arriesgada teniendo en cuenta que habían sido pocos los cambios de setlist de esa gira, pero llamaría a Tom y se lo comunicaría antes de que pudiera enfadarse mucho conmigo. Sería una sorpresa para todos los allí presentes y, de no gustarles -que esperaba que no fuera así-, podría retirarme definitivamente.

Y mientras iba pensando yo en éso a la vez que escuchaba la canción de fondo en mi mente, comencé a notar el móvil vibrarme en el bolsillo trasero de mi pantalón, por lo que lo cogí y, sin necesidad de mirar la pantalla para saber de quién se trataba, supe que era Tom. Y, efectivamente, en un momento telepático de los suyos, me había llamado cuando yo pensaba en él.

    – ¡Tom! -exclamé nada más cogerlo.
    – ¿Danny? Pareces muy despierto... ¿estás enfermo o algo? Pues ya te estás tomando lo que sea que hoy toca en Bolton, y es el último, ya lo sabes. -No le había dicho nada y ya me pegaba bronca...
    – Lo sé, Tom, lo sé -murmuré, cansino-. Estoy bien, no te preocupes. Supongo que me he levantado pronto por los nervios. Y antes de que comiences a reírte, has oído bien: estoy nervioso.
    – ¡Guau, Danny! Bueno, dime dónde estás y voy a verte -me dijo.
    – Pues lo cierto es que estaba paseando a las fieras, pero ahora voy para casa si me dices que vas a estar allí; no creo que quieras que tus queridísimos gatos sean asesinados -bromeé.
    – Ja. Ja. Ja. Eso ni en broma, Jones -me dijo muy serio. Vaya por Dios, no le había hecho tanta gracia como a mí...
    – Lo siento... Bueno, ¿te pasas por casa?
    – Sí, ahora voy.
    – ¡Trae cafés! -le grité antes de que colgara.

Al final no tendría que ir a verle para informarle del cambio de última hora, y se agradecía. Así no tendría que moverme hasta que llegara la hora de marchar a Bolton. Di la vuelta en cuanto colgué y me dirigí nuevamente a casa. Fue un paseo corto, pero qué se le iba a hacer; no todos los días se da un último concierto en tu ciudad...

Y qué rápido era Mr. Dimple. Ya estaba en la puerta de mi casa cuando yo simplemente alcanzaba a ver su silueta entre toda la niebla que había. En cuanto me acerqué un poco más, ahí lo vi con su camiseta de Regreso al futuro, saludándome enérgicamente con una enorme sonrisa en su rostro.

    – ¿No vas a deshacerte nunca de esa camiseta? -pregunté cuando estuve a dos metros de él.
    – En la vida. -Hicimos nuestro saludo habitual, que no consistía simplemente en un choque de manos, y nos fuimos juntos hasta la entrada-. He traído los cafés, espero que me lo agradezcas -bromeó cuando ya estábamos cruzando el umbral.
    – Gracias, papi -dije sonriente y besé su mejilla.

Desayunamos en la terraza trasera. Esa noche iba a llover, lo sabía. Llovería y... mucho. Pero eso no me impediría, ni ningún otro factor externo podría hacerlo, dar el que sí que sería el mejor concierto de mi vida. A su lado, el de España no sería nada, y lo sentía por las españolas, pero... Bolton es mucho Bolton.

    – Tom -quise llamar su atención.
    – ¿Sí?
    – He pensado que... podríamos añadir una canción al setlist -dije, temeroso por su reacción.
    – Danny, es muy tarde para practicarla. Doug y Harry se negarán en rotundo. -Su sonrisa desapareció; estaba demasiado serio para mi gusto.
    – No es necesario que lo hagan. Me basto yo y mi guitarra. Solo es... My hometown. -Dije el título de ésta en un susurro.
    – Oh. -La sorpresa se reflejó en su rostro-. Supongo que no habrá ningún inconveniente en éso...
    – ¿Entonces, puedo? -pregunté, de golpe más ilusionado que nunca.
    – Claro, claro. Es... tu ciudad -dijo a drede.
    – Gracias, Tom. Gracias. De verdad. -Me levanté y le abracé, sin más.

Y él me devolvió ese abrazo que, sin venir a cuento, necesité más que a nada. Escuché su leve risa por mi reacción, pero en ningún momento se quejó. Él estaba igual, o peor, en nuestro primer concierto, así que no podía decirme nada.

Seguimos hablando, de tonterías en general, aunque también tocamos el tema de... el final. A ninguno nos gustaba hablar de ello, obviamente, pero era algo que iba a suceder quisiéramos o no. No era capaz de escribir las canciones que durante tanto tiempo hice para escapar de la realidad. Necesitaba un descanso, y Tom lo entendía. Estaba claro que seguiríamos siendo los mejores amigos del mundo y no dejaríamos nunca de salir juntos ni nada por el estilo, pero era un hecho y... nosotros, por mucho que dolieran algunas cosas, hablábamos de todo.

    – Bueno, Danny, me tengo que ir...
    – Tengo que estar con Gi, porque la quiero taaanto. -Intenté poner su voz. Resultó penoso, pero nos hizo reír.
    – Gilipollas -murmuró-. No, simplemente me voy -dijo.
    – Vale, nos vemos luego.
    – Sí. No llegues tarde, Dan, que ya nos conocemos -me advirtió.
    – Que no, plasta, que he quedado con los otros dos para ir a comer. Luego ya nos iremos cada uno por nuestro lado.
    – Me quedo más tranquilo si vas con ellos, pero bueno...
    – No te preocupes, Tom. No me voy a morir. -Me despedí.

Y sin Tom por enmedio me encontré sin saber qué hacer... ¿Me duchaba? Sí, eso sería lo mejor. Por lo que me dirigí al baño del piso superior, me desprendí de mi ropa y, después de hacer varias poses de macho frente al espejo, me metí en la ducha. Intenté que el agua me relaja... pero eso era algo así como una misión imposible.

No lograba comprender cómo podía estar tan jodidamente nervioso por algo aparentemente insignificante. Era un simple concierto, aunque bien cierto era que también se trataba de mi ciudad... Parecía como si volviera a comenzar, como si fuera el primer concierto: un niñato de dieciocho años enfrentándose al público más grande de su vida, cantar Five colours por primera vez, cagarse de los nervios...

Pero era distinto. Era ya un hombre de casi veinticinco años con unos grandes y peludos huevos que ya había cantado miles de veces esa canción y que cada vez le había ido añadiendo una y otra a la lista. Pero todas me las sabía... ¿no? ¿Por qué, entonces, estaba nervioso?

La mañana se me pasó volando, por lo que en cuanto acabé con la ducha me puse lo primero que pillé -un pantalón gris, una camiseta blanca y escotada de esas que tanto os gustan, una chaqueta de cuero y unos botines cualquieras-, bajé corriendo las escaleras y cogí las llaves del coche después de despedirme como es debido de mis perros; fui hasta el coche y vi cómo pequeñas gotas de agua comenzaban a caer del cielo. Empezábamos bien...

Conducí pasándome los límites de velocidad, pero Harry me hubiera matado de haber llegado tarde... y me pasaba de dos minutos. Adiós, gente, el fucking drummer me asesinará pero no pasa nada pensé. Aparqué justo delante de su casa, subiéndome incluso al bordillo, pero tenía que intentar salvar como fuera mi cuello. Cogí el paraguas que siempre guardaba en la guantera y salí intentando no mojarme demasiado.

    – ¡Harry, amigo mío! -exclamé cuando abrió la puerta.
    – Venga, pasa, pelota -se limitó a decir.
    Hice como que me secaba el sudor de la frente por haberme librado de, por lo menos, una bronca. Harry negó como si se avergonzara de mí, pero a decir verdad no entendía que lo hiciera...
    – Hombre, pero si ha llegado el tonto -escuché decir a Dougie, que estaba tumbado en el sofá.
    – Anda, pero si ya está aquí el enano -me burlé yo.
    – No empecéis ya de buena mañana -se quejó Harry.
    – ¿Te acabas de levantar? -pregunté, incrédulo.
    – ¿Tú no?
    – Pues no.
    – Ya, claro. Te has despertado antes que Tom, ¿no? -Ya volvía Dougie a la carga.
    – No sé a qué hora se ha despertado Tom -dije sin más.
    – Ocho. Me ha despertado a mí también, pero no le he hecho ni puto caso -respondió.
    – Entonces... Sí, me he despertado antes que él.
    Palmeé las piernas de Dougie para que las apartara y pudiera sentarme yo también en el sofá.
    – Vale, Dan, tú ganas. -No se creía ni una palabra de lo que le decía, su voz lo delataba.
    – Te puedo dar una explicación... si no te ríes -le dije.
    – Trato hecho, Don Pecas -dijo y me tendió la mano.
Se la acepté y la estreché, concluyendo el trato.
    – Estoy nervioso -dije con un hilo de voz.
    – ¿Puedes repetirlo?
    – Lo has oído perfectamente, no me vaciles -dije, molesto.
    – ¿Nervioso? Pero ¿nervioso por qué? -preguntó esa vez Harry.
    Se sentó al lado de Dougie ya que él se había incorporado.
    – Pues... no sé... ¿No estabais vosotros nerviosos cuando tocamos en Corringham, o en Chelmsford?
    – Hombre... pues sí, pero lo normal ¿no? -me dijo él mismo.
    – Pues a mí no me ocurre lo mismo -murmuró Dougie más que para nosotros, para sí mismo.
    – Entonces igual sí que soy tonto...
    – Tío, no hace falta que te pongas nervioso para confirmar que eres tonto -bromeó Harry.
    – No hace gracia, joder. Creo que no estaba tan nervioso desde... desde nunca.
    – ¿Nunca... nunca? -preguntó Dougie, extrañado.
    – Nunca... nunca -aseguré.
    – Guau... -se limitó a murmurar.

Y allí acabó nuestra conversación. Pues sí que me servían de ayuda los compañeros de grupo, sí señor. Ahora resultaba que el único que estaba cagado por el concierto de su ciudad era yo, únicamente yo. Bien, Danny, bien, vamos mejorando... Qué asco, joder.

Comimos pizza. Sí, la salud por delante y más para nosotros. Teníamos concierto ese mismo día, pero papá Tom no estaba allí para vigilarnos, y nosotros, como buenos niños que éramos, no diríamos ni una palabra para delatarnos entre nosotros.

    – Saco de nervios, tenemos que irnos -informó Harry. Con lo bien que estaba yo tumbado en la alfombra del salón...
    – Ouch... me da un perezón increíble conducir -murmuré mientras me estiraba para prepararme e irme.
    – Ven con nosotros. El día no acompaña como para que alguno se pierda por ahí con el tormentón que hay...
    – No, da igual. No quiero dejar a mi pequeño aquí solito -bromeé, refiriéndome a mi coche, y me levanté a duras penas.
    – Bueno, pues nos vemos en un par de horas -dijo mientras me ofrecía mi chaqueta.
    – Y tú, Doug, ¿te vas con él? -pregunté.
    – Claro, ¿cómo voy a separarme de mi amor?
    – Tienes razón, el amor es malo...
    – ¿Te arrepientes de estar con Georgia? ¿Sabes que haríamos a miles de personas felices si tres cuartos del grupo se lían entre sí? -preguntó muy rápidamente y se acercó a mí levantando las cejas una y otra vez.
    – Dougie, estás salido -murmuré, asqueado.
    – Graciaaas. -Sonrió de oreja a oreja... y me dio bastante miedo.
    – Hasta luego, Dan -dijo Harry pasando de él.
    – Adiós, Haz -me despidí yo.
    – ¿Y yo qué? -se quejó Dougie.
    – Adiós, mi amor secreto -dije para contentarle, y me sonrió de una manera más normal.

Ya estaba. Quedaban unas escasas horas y... mis nervios aumentaban con el paso del tiempo. ¿Podría llegar a explotar? Porque empezaba a darme miedo de verdad eso del maldito último concierto en Bolton.
Perfecto. Iba yo y me olvidaba la guitarra. No, no, no. Había olvidado MIS guitarras. Pues eso era impasable, no podría hacer el concierto sin ellas, no, imposible. No podría tocar, los acordes no me saldrían. La cagaría. Me tirarían tomates imaginarios porque habrían pensado que no los necesitarían y no los habrían llevado.

¿Por qué confiaban en mí para que directamente me llevara las guitarras? ¿No era más fácil que las llevara el equipo técnico? Joder, joder, joder. Llegaría tarde y me ganaría una merecida bronca de los Fletcher. Pero no podía dar un concierto sin mis guitarras, ni por asomo, por lo que di la vuelta para volverme a casa aun con mis pocas ganas de conducir.

    – Hola Bruce, hola Ralphie. Papá ahora no puede estar con vosotros, tiene algo mucho más importante que hacer. A ver si aprendéis a traerme las guitarras cuando las necesito. Leedme el pensamiento al menos... no creo que sea tan difícil hacerlo ¿no? -Comencé a hablarles de camino al estudio ya que me seguían y parecía que me escuchaban aunque muy probablemente solo esperaban que les diera algo-. ¿Sabéis? Nunca en la vida he estado tan nervioso. Si pudiérais venir... Bueno no, que me pondríais más nervioso aún, que estáis todo el maldito día moviendo el rabo. Hostia, qué mal suena eso... Bah, da igual -murmuraba mientras cogía las dos guitarras, ya metidas en sus correspondientes fundas-. Hale, que me voy y os dejo solos un ratito. No me echéis mucho de menos, ¿vale? Prometo volver -dije y me agaché para que pudieran lamerme la cara como despedida.

Volví al coche mientras, casi literalmente, caían calamares. Con lo que me gustaban a mi los viajes con tormenta... -nótese la ironía-. Básicamente no veía nada, los parabrisas no daban a basto, y temía tener que parar por ser imposible seguir. Pero debía seguir, necesitaba llegar allí, dar el concierto y quitarme el peso de encima.

De haberme parado, estaba seguro de tener un par de personas queridas dispuestas a matarme en cuanto me encontraran, pero no. Tenía que seguir. Tenía que llegar a Bolton. Tenía que dar ese último concierto que tanto miedo me daba.


¿Qué os ha parecido?

p.d.: Como ya he dicho no tengo la siguiente parte escrita del todo, y mucho menos la tercera. No la esperéis dentro de una semana porque tengo exámenes y trabajos como cualquiera... Así que siento si os dejo con la intriga y esas cosas, me gustaría poder tener tiempo para todo, pero por desgracia no lo hay.


martes, 24 de enero de 2012

My beautiful reward.

Esto va de un día que hizo que todos los demás fueran más felices...


http://www.youtube.com/watch?v=9-kY5HeIv_U



Quizá algunas de vosotras (si hay alguno también, no quiero discriminar a nadie) conozcáis ya mi fic; mi primer fic; mi único fic publicado; llamado también My beautiful reward, como el título de esta entrada. Pues bien, no tiene más misterio que, a partir del amor que siento hacia cuatro ciertos y magníficos hombres, pasado por mi imaginario cabezón y con muuucha fantasía pues obviamente nunca llegará a suceder nada parecido.
Bueno, yo no quería hablaros de esto sino de mis queridos McGuys. Sí, ellos son la razón de que esté escribiendo esto y que el título sea el que es. Y ¿sabéis por qué escribo precisamente hoy una entrada dedicada a ellos? Pues porque... ¡hoy hace catorce meses que los vi por primera vez! Catorce meses, o cuatro cientos sesenta y dos días, que viene a ser lo mismo.
Probablemente no os interese ni una peca de Danny (por no decir un harry) esto que os voy a contar, pero yo necesitaba hacerlo porque... porque sí, porque soy así de rara y punto en boca. Así que... comenzaré mi relato:


En realidad, la primera vez que los escuché mencionar no fue el veinticuatro de noviembre de dos mil diez. A parte de porque Pablo Motos ya llevaban un par de días anunciando que vendrían "Los McFly", ya había escuchado yo ese nombre antes, y no precisamente por Marty McFly, de Regreso al Futuro -ya que sigo sin poder ver dicha película- sino porque también, como todas sabréis, estuvieron ese mismo año en el rock in Rio Madrid. Pero ¿sabéis qué fue lo que pensé cuando escuché por primera vez ese nombre? Siempre me odiaré por ese "simple" hecho, pero que a mi, ahora, personalmente, me duele tanto recordar. 
Esperaba impaciente saber a quién podría ver por la tele -porque no, obviamente yo no podía ir allí, en Madrid. Tenía que limitarme a verlo por La 2-, pero cuando uno de los nombres fue McFly, le dije a mi hermano: Vaya mierda de grupos que nos traen. ¡Ya podrían, esos tal McFly, ser Bruce Springsteen, coño! [sí, por aquella época yo, obviamente, no decía harry, sino coño; con todas las letras.] Ahora ruego que no me juzguéis mal por ese comentario tan absurdo, pero es que toda yo era absurda , y diría que aun lo soy bastante, pero el reconocer que McFly es el mejor grupo de música -A MI JUICIO- ayuda a que no lo sea del todo.Os pido más bien que no me juzguéis porque cuando llegó la fecha no los reconocí como ese "mierda de grupo" que había asegurado que eran sin haberlos conocido siquiera. 
Pero el XXVI-XI-MMX [algún día me tatuaré esa fecha junto a la frase de mi canción favorita por excelencia] llegó, y gracias a ello, y a que El Hormiguero llevó a McFly a su programa, mi gusto musical mejoró.Yo estaba viendo como Pablo, Trancas y Barrancas nos informaban con Hormiguero Nius cuando llegó el momento de presentar a los invitados. 
Ahora tocaría decir qué sentí al verlos, pero probablemente algunos de los comentarios sonarían groupies -no extremadamente, pero no pensé precisamente que tuvieran una voz espectacular (ya que ni siquiera les había escuchado más que decir un par de "Eh"s de Danny), ni que fueran maravillosos como lo hago ahora-. Que se pusieran a bailar de ese modo me hizo gracia, para qué mentiros, pero nunca pensé que un momento determinado de mi vida esas tonterías fueran las únicas que pudieran sacarme una sonrisa. 
Ese chico rubio es muy mono, sí. El que es más bajito que los demás. Esa chupa... en fin, pensamientos de una no-conocedora de McFly hacia Dougie, que fue el que captó antes mi atención.  
¡Qué brazos tiene ese, la hostia! Te abraza y te destroza. Pero hay que reconocer que no está nada mal. No hace falta que diga a quién iban dirigidos esos pensamientos pues nadie tiene unos brazos como los de Harry.  
Hay que ver lo bien que le queda un único hoyuelo a un chico, sí... Cómo quiere a sus fans, les hace corazoncitos con las manos y todo... Fijándome en Tom, obvio es.  
Tatuajes, tatuajes, ¡tatuajes! Oh Dios mío, ese... moreno, o pelirrojo, me tiene ganada, sin duda alguna. Todavía no había reparado en las tonterías que Danny es capaz de llegar a decir.  
Ni en las tonterías de Danny, ni en los ojos de los cuatro... ni en sus sonrisas. ¿Quién sobre la faz de la tierra hay que se resista a una de sus sonrisas?  
Sus risas... esas sí que las pude escuchar -en menor grado al que me tienen ahora acostumbrada- a los segundos de empezar la entrevista, con esa voz potente en español. Pero cuando hablaron de cómo les habían recibido las fans [o algunas quizá no tan fans] españolas, alguien rió de un modo extraño. Ese alguien era el que se sentaba a la derecha de la pantalla, el de los tatuajes. ¿Era esa realmente su risa? Pues sí, lo era, y ahora no puedo pasar demasiado tiempo sin oírla porque he descubierto que es insano.  
Estaban locos, eso seguro. ¿Quién sino iba a ponerse a gritar junto a sus fans, uno de ellos subiéndose incluso a la mesa y, luego, haciendo una serie de movimientos que luego descubriría que eran de lo más habituales en él?  
Reí. Reí con ellos cuando pusieron imágenes de lo que llegaban a hacer en conciertos -con Please, Please de fondo, aunque yo no lo supiera-, y entonces llegó el momento SEXY. Desde entonces, y hasta no-sé-cuándo, esa es mi palabra favorita. En resumen: todos éramos sexys y todos reíamos por escucharle decirlo.¿Sabéis? En mi casa grité sí cuando Dougie preguntó si había alguien que quisiera casarse con él. Puede parecer ilógico, de hecho lo es bastante, que lo dijera con conocerlo de tan solo unos minutos, pero... eso era lo que sentía en menor grado entonces y lo que siento ahora, soñando incluso con ese imposible momento.Volví a reír. ¿Me diréis que nadie quiere que ese SEXY vampiro os persiga algún día? Si la respuesta es no: ¡iros al infierno!  
Pero una frase captó, y sigue captando mi atención. Una frase que dijo Pablo Motos: Si alguien no los conocía en España, hoy nos van a enamorar. Y qué bien lo dijo, harry [ahora sí que puedo decirlo]Pararon treinta segundos. ¿Quién me iba a decir a mi que después de esos treinta segundos iba a Falling in love de ellos? ¿Quién? Porque sí, algunas habréis acertado; llegó el momento de Shine a light, en acústico, por McFly, en El Hormiguero.  
Puedo deciros que ahora la escucho y lloro, pero en ese momento, me enamoró, sin más. Fue ese el momento en el que vi el gran talento que poseían, escuché sus preciosas voces y me aferré a ellas como un náufrago a cualquier objeto que flote. Sentí como algo en mi cerebro decía: Tienes que buscar información sobre ellos. Tienes que escuchar su música. Tienes que... amarles como no amas ni a tu propia vida. Y lo hice. Lo superé con creces, y cada día intento superarlo más. Esa fue la canción que marcó un principio que espero que no tenga final. Esa siempre será mi canción de McFly, porque fue la primera, porque a pesar de que en el disco colaborará Taio Cruz [que no me cae especialmente bien, pero ya de antes] me gusta. ¿Por qué? Porque fueron ellos quienes la escribieron, quienes la sienten cuando la cantan, la tocan. 
Ahora solo puedo decir, después de acabarla de escuchar y con lágrimas en los ojos, que no podría haber deseado un mejor comienzo de vida.  
Me gustaría poder comentar más: cómo me reía al ver sus caras después de que les pusieran las magníficas fotos de Attitude o cuando contaban el anécdota de "Lo pelos de los genitales quemados" por llamarlo de algún modo o todos los demás momentos estrella. Me gustaría poder definir a fondo cómo me sentí en cada momento, cómo desee ser Trancas para poder sentir a Danny tan cerca (digo sentir por no decir ser chupado) o Barrancas incluso (pues fue besado), etcétera, pero llorando como estoy, y con la cabeza como la tengo ahora mismo, después de recordar todos los vídeos vistos, los buenos y malos momentos pasados junto a ellos... se me hace imposible seguir.
Como último quiero asegurarme que vuestra opinión sobre mi después de saber lo que pensé de ellos en un principio no cambie y sea igual que la de antes. O que mejore al haberos dicho cómo me sentí después, con El Hormiguero. En todo caso, sólo me queda agradecer a ese programa la oportunidad que me ha ofrecido de cambiar mi vida -siempre a mejor-, de conocer a gente maravillosa que deseo poder llegar a conocer un día, fuera de internet y dentro de la vida real, poder abrazar a tales personas. Poder llegar, incluso, a poder ir a uno de los miles conciertos que estoy segura que McFly seguirán dando.




Muy atentamente:
Úrsula. [Para más información, consulte a partir de comentario.]




p.d.: Todo esto lo he escrito de corazón, porque realmente lo siento. No quiero modificarlo pese a que algo pueda sonar sin sentido. Son las palabras que me han salido directamente del corazón, y como bien dicen Tom, Danny, Harry y Dougie: The heart never lies.