sábado, 19 de mayo de 2012

My hometown, I

¡Cuanto tiempo sin subir ningún OS, por TOM! Pues aquí vuelvo a estar, queridas lectoras habituales o no mías.
Antes de nada: gracias por la cantidad de comentarios recibidos en los OS anteriores, se agradecen muchísimo y animan a una a seguir escribiendo más y más. De verdad, gracias.


Respecto a éste, he de deciros que tendrá tres partes, porque era inhumano publicarlo todo de una tirada y además, no lo tengo del todo acabado, pero me apetecía mucho subir ya algo y que pudierais leerlo y me dijerais qué os ha parecido, por lo que aquí os dejo con la primera parte y no os molesto más...


Hope you like it!





Nada mejor que ir de fiesta con tus mejores amigos para tomar un par de copas después del mejor concierto de nuestras vidas. Quizá vosotros no sepáis lo que se siente en esos momentos, pero yo os digo que no podría ser más feliz.

No podría alegrarme más de haber ido a la audición equivocada. Sin eso... nunca habría conocido a Tom. No os lo describiré porque ya debéis saber que es la mejor persona del mundo, y puedo asegurar que estaría perdido de no ser por él. Me ha ayudado tanto... que necesitaría un millón de vidas para poder agradecérselo todo como es debido, aunque creo que tampoco me bastaría. Jodido Tom, ¿cómo se lo agradezco, entonces? ¿Le escribo una canción de amor, o qué? No, tampoco sería capaz. El de las canciones románticas es él. Basta escuchar All about you para morir de amor... Pero bueno, que no estoy aquí para confesaros mi amor secreto por el señor del hoyuelo, porque mentiría. Es cierto que siento un cariño especial hacia él, pero el que siente cualquier persona al conocerle. Es la amabilidad en persona, el romanticismo hecho realidad, la bondad en cuerpo humano... y de nuevo estoy hablando de él. Al final pensaréis que estoy enamorado y todo, y en absoluto es verdad.

Pues lo dejamos, porque ahora también comparto habitación con otros dos mendrugos. Sí, también los conocéis: vuestros, para algunas, queridísimos Pudd. Yo no sé qué les veis, sinceramente, pero no entraré en eso porque igual salgo hasta perdiendo. Pensaría que son maricones de no ser porque les conozco. Son tan tontos... Siempre juntitos, bromeando, riendo, tan... asquerosamente empalagosos. Y ahora lo podríais malinterpretar y, con vuestras lujuriosas mentes, pensar que estoy celoso de Harry. ¡Pues no! Para nada. Sé que sois más las seguidoras del Pones, pero eso... se acabó. Dougie nunca reconocerá que soy el mejor amante de la historia, pero yo os lo confirmo por si hay alguien interesado.
Vale, no. Ése era el yo de hace un par de años, ahora tengo a Georgia y puedo asegurar que no la cambiaré por nada en el mundo. Y repito: nada. Ahora sí que puedo confesaros mi amor, pero por ella. Qué decepción, ¿verdad? Lo siento, chicas, la vida es dura... -ahora es cuando se supone que yo me carcajeo como tantísimo os gusta ¿de acuerdo?-.

Se acabó hablar de la gente que me rodea. Me toca a mí. ¿Que por qué hago esto? Puede parecer un poco estúpido, pero ahora me apetece contároslo. Supongo que no tengo ninguna razón de peso, simplemente quiero que sepáis cómo es un día en la vida de Danny Jones.


Estaba en el estudio de mi casa, me había levantado hacía dos horas, y eran las nueve de la mañana. No, yo tampoco podía creérmelo, por lo que no se lo contaría a Tom porque estaba seguro que no me ceería. Pero supuse que eso se debía a mi creciente nerviosismo.

El día anterior habíamos dado un concierto en España, que sí, fue genial, pero eso no era lo importante ahora. Estaba nervioso por el lugar donde me tocaba dar al concierto ese día. Era el día en que tocaba en Bolton, mi ciudad. Lo cierto es que nunca había estado igual: me apetecía ir hasta allí corriendo, ver a mi familia al completo después de una larga gira que por fin había terminado. No, no había terminado; seguía quedando tocar allí...

Durante toda la gira estuvimos yendo a cada una de las ciudades dode habíamos nacido: el primer lugar donde tocamos fue Harrow, después de viajar por América pasamos a Corringham, nos quedamos dando conciertos en todo Reino Unido y acabamos en Chelmsford, luego fuimos por Europa... y ya sabéis dónde acabó la gira. La última gira.

Sé que ahora queréis matarme por decir esto, pero es la verdad. No estábamos como antes, aunque siguiéramos siendo los mejores amigos ante todo, pero nuestras vidas habían cambiado, nuestras costumbres, nuestros... gustos. Acertasteis. Sé que a muchas no os gusta esa idea, en la que soléis llamarme David Guetta, pero era lo que me gustaba en aquel momento... y lo hice.

Esperaba estar equivocado en cuanto a no volver a escribir una canción como las que os gustan. Ojalá me equivocara, porque sabía que echaría muchísimo de menos todas aquellas tarde junto a Tom, escribiendo, repasando y mejorando cada nueva letra, cada nueva melodía, cada nueva creación...

Pero para dejar de pensar en aquellos temas decidí ir a dar una vuelta con los perros. Me aburría demasiado como para quedarme allí, sin otra cosa que hacer. Debería haber estado cansado después de la noche del día anterior, pero no, tenía energía suficiente como para escalar el Everest sin oxígeno.

Tal y como decía, até a Bruce, a Ralphie, y me dispuse a dar un largo paseo. No tenía prisa por volver , por lo que me puse los auriculares y encendí el iPod dispuesto a tranquilizarme para el concierto que cada minuto que pasaba se aproximaba más y más. Puse el reproductor en modo aleatorio para ver que saldría y...

My hometown. Perfecto. Decidí en aquel mismo instante tocarla aquella noche. Era una decisión de última hora y muy arriesgada teniendo en cuenta que habían sido pocos los cambios de setlist de esa gira, pero llamaría a Tom y se lo comunicaría antes de que pudiera enfadarse mucho conmigo. Sería una sorpresa para todos los allí presentes y, de no gustarles -que esperaba que no fuera así-, podría retirarme definitivamente.

Y mientras iba pensando yo en éso a la vez que escuchaba la canción de fondo en mi mente, comencé a notar el móvil vibrarme en el bolsillo trasero de mi pantalón, por lo que lo cogí y, sin necesidad de mirar la pantalla para saber de quién se trataba, supe que era Tom. Y, efectivamente, en un momento telepático de los suyos, me había llamado cuando yo pensaba en él.

    – ¡Tom! -exclamé nada más cogerlo.
    – ¿Danny? Pareces muy despierto... ¿estás enfermo o algo? Pues ya te estás tomando lo que sea que hoy toca en Bolton, y es el último, ya lo sabes. -No le había dicho nada y ya me pegaba bronca...
    – Lo sé, Tom, lo sé -murmuré, cansino-. Estoy bien, no te preocupes. Supongo que me he levantado pronto por los nervios. Y antes de que comiences a reírte, has oído bien: estoy nervioso.
    – ¡Guau, Danny! Bueno, dime dónde estás y voy a verte -me dijo.
    – Pues lo cierto es que estaba paseando a las fieras, pero ahora voy para casa si me dices que vas a estar allí; no creo que quieras que tus queridísimos gatos sean asesinados -bromeé.
    – Ja. Ja. Ja. Eso ni en broma, Jones -me dijo muy serio. Vaya por Dios, no le había hecho tanta gracia como a mí...
    – Lo siento... Bueno, ¿te pasas por casa?
    – Sí, ahora voy.
    – ¡Trae cafés! -le grité antes de que colgara.

Al final no tendría que ir a verle para informarle del cambio de última hora, y se agradecía. Así no tendría que moverme hasta que llegara la hora de marchar a Bolton. Di la vuelta en cuanto colgué y me dirigí nuevamente a casa. Fue un paseo corto, pero qué se le iba a hacer; no todos los días se da un último concierto en tu ciudad...

Y qué rápido era Mr. Dimple. Ya estaba en la puerta de mi casa cuando yo simplemente alcanzaba a ver su silueta entre toda la niebla que había. En cuanto me acerqué un poco más, ahí lo vi con su camiseta de Regreso al futuro, saludándome enérgicamente con una enorme sonrisa en su rostro.

    – ¿No vas a deshacerte nunca de esa camiseta? -pregunté cuando estuve a dos metros de él.
    – En la vida. -Hicimos nuestro saludo habitual, que no consistía simplemente en un choque de manos, y nos fuimos juntos hasta la entrada-. He traído los cafés, espero que me lo agradezcas -bromeó cuando ya estábamos cruzando el umbral.
    – Gracias, papi -dije sonriente y besé su mejilla.

Desayunamos en la terraza trasera. Esa noche iba a llover, lo sabía. Llovería y... mucho. Pero eso no me impediría, ni ningún otro factor externo podría hacerlo, dar el que sí que sería el mejor concierto de mi vida. A su lado, el de España no sería nada, y lo sentía por las españolas, pero... Bolton es mucho Bolton.

    – Tom -quise llamar su atención.
    – ¿Sí?
    – He pensado que... podríamos añadir una canción al setlist -dije, temeroso por su reacción.
    – Danny, es muy tarde para practicarla. Doug y Harry se negarán en rotundo. -Su sonrisa desapareció; estaba demasiado serio para mi gusto.
    – No es necesario que lo hagan. Me basto yo y mi guitarra. Solo es... My hometown. -Dije el título de ésta en un susurro.
    – Oh. -La sorpresa se reflejó en su rostro-. Supongo que no habrá ningún inconveniente en éso...
    – ¿Entonces, puedo? -pregunté, de golpe más ilusionado que nunca.
    – Claro, claro. Es... tu ciudad -dijo a drede.
    – Gracias, Tom. Gracias. De verdad. -Me levanté y le abracé, sin más.

Y él me devolvió ese abrazo que, sin venir a cuento, necesité más que a nada. Escuché su leve risa por mi reacción, pero en ningún momento se quejó. Él estaba igual, o peor, en nuestro primer concierto, así que no podía decirme nada.

Seguimos hablando, de tonterías en general, aunque también tocamos el tema de... el final. A ninguno nos gustaba hablar de ello, obviamente, pero era algo que iba a suceder quisiéramos o no. No era capaz de escribir las canciones que durante tanto tiempo hice para escapar de la realidad. Necesitaba un descanso, y Tom lo entendía. Estaba claro que seguiríamos siendo los mejores amigos del mundo y no dejaríamos nunca de salir juntos ni nada por el estilo, pero era un hecho y... nosotros, por mucho que dolieran algunas cosas, hablábamos de todo.

    – Bueno, Danny, me tengo que ir...
    – Tengo que estar con Gi, porque la quiero taaanto. -Intenté poner su voz. Resultó penoso, pero nos hizo reír.
    – Gilipollas -murmuró-. No, simplemente me voy -dijo.
    – Vale, nos vemos luego.
    – Sí. No llegues tarde, Dan, que ya nos conocemos -me advirtió.
    – Que no, plasta, que he quedado con los otros dos para ir a comer. Luego ya nos iremos cada uno por nuestro lado.
    – Me quedo más tranquilo si vas con ellos, pero bueno...
    – No te preocupes, Tom. No me voy a morir. -Me despedí.

Y sin Tom por enmedio me encontré sin saber qué hacer... ¿Me duchaba? Sí, eso sería lo mejor. Por lo que me dirigí al baño del piso superior, me desprendí de mi ropa y, después de hacer varias poses de macho frente al espejo, me metí en la ducha. Intenté que el agua me relaja... pero eso era algo así como una misión imposible.

No lograba comprender cómo podía estar tan jodidamente nervioso por algo aparentemente insignificante. Era un simple concierto, aunque bien cierto era que también se trataba de mi ciudad... Parecía como si volviera a comenzar, como si fuera el primer concierto: un niñato de dieciocho años enfrentándose al público más grande de su vida, cantar Five colours por primera vez, cagarse de los nervios...

Pero era distinto. Era ya un hombre de casi veinticinco años con unos grandes y peludos huevos que ya había cantado miles de veces esa canción y que cada vez le había ido añadiendo una y otra a la lista. Pero todas me las sabía... ¿no? ¿Por qué, entonces, estaba nervioso?

La mañana se me pasó volando, por lo que en cuanto acabé con la ducha me puse lo primero que pillé -un pantalón gris, una camiseta blanca y escotada de esas que tanto os gustan, una chaqueta de cuero y unos botines cualquieras-, bajé corriendo las escaleras y cogí las llaves del coche después de despedirme como es debido de mis perros; fui hasta el coche y vi cómo pequeñas gotas de agua comenzaban a caer del cielo. Empezábamos bien...

Conducí pasándome los límites de velocidad, pero Harry me hubiera matado de haber llegado tarde... y me pasaba de dos minutos. Adiós, gente, el fucking drummer me asesinará pero no pasa nada pensé. Aparqué justo delante de su casa, subiéndome incluso al bordillo, pero tenía que intentar salvar como fuera mi cuello. Cogí el paraguas que siempre guardaba en la guantera y salí intentando no mojarme demasiado.

    – ¡Harry, amigo mío! -exclamé cuando abrió la puerta.
    – Venga, pasa, pelota -se limitó a decir.
    Hice como que me secaba el sudor de la frente por haberme librado de, por lo menos, una bronca. Harry negó como si se avergonzara de mí, pero a decir verdad no entendía que lo hiciera...
    – Hombre, pero si ha llegado el tonto -escuché decir a Dougie, que estaba tumbado en el sofá.
    – Anda, pero si ya está aquí el enano -me burlé yo.
    – No empecéis ya de buena mañana -se quejó Harry.
    – ¿Te acabas de levantar? -pregunté, incrédulo.
    – ¿Tú no?
    – Pues no.
    – Ya, claro. Te has despertado antes que Tom, ¿no? -Ya volvía Dougie a la carga.
    – No sé a qué hora se ha despertado Tom -dije sin más.
    – Ocho. Me ha despertado a mí también, pero no le he hecho ni puto caso -respondió.
    – Entonces... Sí, me he despertado antes que él.
    Palmeé las piernas de Dougie para que las apartara y pudiera sentarme yo también en el sofá.
    – Vale, Dan, tú ganas. -No se creía ni una palabra de lo que le decía, su voz lo delataba.
    – Te puedo dar una explicación... si no te ríes -le dije.
    – Trato hecho, Don Pecas -dijo y me tendió la mano.
Se la acepté y la estreché, concluyendo el trato.
    – Estoy nervioso -dije con un hilo de voz.
    – ¿Puedes repetirlo?
    – Lo has oído perfectamente, no me vaciles -dije, molesto.
    – ¿Nervioso? Pero ¿nervioso por qué? -preguntó esa vez Harry.
    Se sentó al lado de Dougie ya que él se había incorporado.
    – Pues... no sé... ¿No estabais vosotros nerviosos cuando tocamos en Corringham, o en Chelmsford?
    – Hombre... pues sí, pero lo normal ¿no? -me dijo él mismo.
    – Pues a mí no me ocurre lo mismo -murmuró Dougie más que para nosotros, para sí mismo.
    – Entonces igual sí que soy tonto...
    – Tío, no hace falta que te pongas nervioso para confirmar que eres tonto -bromeó Harry.
    – No hace gracia, joder. Creo que no estaba tan nervioso desde... desde nunca.
    – ¿Nunca... nunca? -preguntó Dougie, extrañado.
    – Nunca... nunca -aseguré.
    – Guau... -se limitó a murmurar.

Y allí acabó nuestra conversación. Pues sí que me servían de ayuda los compañeros de grupo, sí señor. Ahora resultaba que el único que estaba cagado por el concierto de su ciudad era yo, únicamente yo. Bien, Danny, bien, vamos mejorando... Qué asco, joder.

Comimos pizza. Sí, la salud por delante y más para nosotros. Teníamos concierto ese mismo día, pero papá Tom no estaba allí para vigilarnos, y nosotros, como buenos niños que éramos, no diríamos ni una palabra para delatarnos entre nosotros.

    – Saco de nervios, tenemos que irnos -informó Harry. Con lo bien que estaba yo tumbado en la alfombra del salón...
    – Ouch... me da un perezón increíble conducir -murmuré mientras me estiraba para prepararme e irme.
    – Ven con nosotros. El día no acompaña como para que alguno se pierda por ahí con el tormentón que hay...
    – No, da igual. No quiero dejar a mi pequeño aquí solito -bromeé, refiriéndome a mi coche, y me levanté a duras penas.
    – Bueno, pues nos vemos en un par de horas -dijo mientras me ofrecía mi chaqueta.
    – Y tú, Doug, ¿te vas con él? -pregunté.
    – Claro, ¿cómo voy a separarme de mi amor?
    – Tienes razón, el amor es malo...
    – ¿Te arrepientes de estar con Georgia? ¿Sabes que haríamos a miles de personas felices si tres cuartos del grupo se lían entre sí? -preguntó muy rápidamente y se acercó a mí levantando las cejas una y otra vez.
    – Dougie, estás salido -murmuré, asqueado.
    – Graciaaas. -Sonrió de oreja a oreja... y me dio bastante miedo.
    – Hasta luego, Dan -dijo Harry pasando de él.
    – Adiós, Haz -me despidí yo.
    – ¿Y yo qué? -se quejó Dougie.
    – Adiós, mi amor secreto -dije para contentarle, y me sonrió de una manera más normal.

Ya estaba. Quedaban unas escasas horas y... mis nervios aumentaban con el paso del tiempo. ¿Podría llegar a explotar? Porque empezaba a darme miedo de verdad eso del maldito último concierto en Bolton.
Perfecto. Iba yo y me olvidaba la guitarra. No, no, no. Había olvidado MIS guitarras. Pues eso era impasable, no podría hacer el concierto sin ellas, no, imposible. No podría tocar, los acordes no me saldrían. La cagaría. Me tirarían tomates imaginarios porque habrían pensado que no los necesitarían y no los habrían llevado.

¿Por qué confiaban en mí para que directamente me llevara las guitarras? ¿No era más fácil que las llevara el equipo técnico? Joder, joder, joder. Llegaría tarde y me ganaría una merecida bronca de los Fletcher. Pero no podía dar un concierto sin mis guitarras, ni por asomo, por lo que di la vuelta para volverme a casa aun con mis pocas ganas de conducir.

    – Hola Bruce, hola Ralphie. Papá ahora no puede estar con vosotros, tiene algo mucho más importante que hacer. A ver si aprendéis a traerme las guitarras cuando las necesito. Leedme el pensamiento al menos... no creo que sea tan difícil hacerlo ¿no? -Comencé a hablarles de camino al estudio ya que me seguían y parecía que me escuchaban aunque muy probablemente solo esperaban que les diera algo-. ¿Sabéis? Nunca en la vida he estado tan nervioso. Si pudiérais venir... Bueno no, que me pondríais más nervioso aún, que estáis todo el maldito día moviendo el rabo. Hostia, qué mal suena eso... Bah, da igual -murmuraba mientras cogía las dos guitarras, ya metidas en sus correspondientes fundas-. Hale, que me voy y os dejo solos un ratito. No me echéis mucho de menos, ¿vale? Prometo volver -dije y me agaché para que pudieran lamerme la cara como despedida.

Volví al coche mientras, casi literalmente, caían calamares. Con lo que me gustaban a mi los viajes con tormenta... -nótese la ironía-. Básicamente no veía nada, los parabrisas no daban a basto, y temía tener que parar por ser imposible seguir. Pero debía seguir, necesitaba llegar allí, dar el concierto y quitarme el peso de encima.

De haberme parado, estaba seguro de tener un par de personas queridas dispuestas a matarme en cuanto me encontraran, pero no. Tenía que seguir. Tenía que llegar a Bolton. Tenía que dar ese último concierto que tanto miedo me daba.


¿Qué os ha parecido?

p.d.: Como ya he dicho no tengo la siguiente parte escrita del todo, y mucho menos la tercera. No la esperéis dentro de una semana porque tengo exámenes y trabajos como cualquiera... Así que siento si os dejo con la intriga y esas cosas, me gustaría poder tener tiempo para todo, pero por desgracia no lo hay.